dijous, 10 d’abril del 2008

Que llueva, que llueva!


Te gusta la lluvia.
Sobretodo cuando lees en la habitación, o te vas a dormir oyendo el suave ritmo de la ventana.
Pero lo que más te gusta es ese chirimiri de 7:30 a 8 de la mañana.
Porque sí, porque aunque siempre salgas de la residencia de menos veinte a menos cuarto, te gusta cuando empieza a media. Así las calles están mojadas. Así las calles no tienen demasiados charcos porque, en Bosnia, en vez de charcos a veces son pozos.
Además, resulta que no era solo tu hermana Irene la que un día llegaría a perder la cabeza. Tu ya aprendiste, antes de navidad, que perder seis paraguas es una señal para pasar definitivamente al chubasqueo; porque a ti te da igual ir por la calle de camello para que tus libros y papeles no se mojen. Además, que da igual las pintas que lleves mientras no falte el dobro jutro de los dos abuelos.
Al final, no llevar paraguas acaba siendo una ventaja: la lluvia te acaba de despertar, y más aún cuando alguna gota que bebió demasiado se cae de algún árbol o terraza.
Y sonríes, porque te das cuenta de que la lluvia tiene razón: ¡No se puede estudiar por el camino! Aix… ¿es que hace falta que se te empapen las hojas y se te emborrone la tinta para que te des cuenta? Los caminos matutinos son para viajar con bostezos, sonrisas y dobro jutros; y hasta que la economía no sirva para calcular las positive and negative externalities of trading smiles and glances, mejor la dejas para el bloque libre.
Y es que, aunque parezca mentira, cuando llueve en Mostar todo se vuelve un poco más gris menos el verde. El verde se vuelve incluso más verde que antes. Como tus ojos, que se vuelven a llenar con la esperanza de que haya llegado el día en que finalmente cambies el chip de estresarte hasta con el más mínimo detalle. Aunque ya sabes se sobra que la esperanza, sin empeño, no funciona demasiado a menudo.
Y los abuelos… esos nunca fallan. Llueva o haga viento, ellos siempre a pie de cañón con su café turco debajo del porche de una tienda que vende de todo y nada.
Ellos, y el intercambio dobrojutrero, es todo lo que necesitas para una mañana redonda.

Que los de los donuts son unos mentirosos.
Foto: un señor en la ciudad vieja, después de la cena familiar con Pili, Carlos José, Natxo, Óscar, Irene y Mamá, la calle inundada después de días y días de lluvia. Isn't it amazing?

1 comentari:

Anònim ha dit...

Com m'agrada la teua manera d'escriure!

Ja fa temps que llig el teu blog i encara no t'havia linkejat al meu. De hui no passa.

Continuaré passant-me!